sábado, 13 de marzo de 2010

Viejos escritos rescatados del olvido


Pampa en la ventana del micro


La Pampa desierta, llanura interminable.
La tarde cae, hay bruma sobre el campo. En el atardecer, paisajes oscuros.
Pasando por túneles de árboles, en los huecos veo el hermoso horizonte naranja.
Viajando en la Pampa, despertar de sensaciones. Infinidad celestial. Una estrella solitaria es mi única compañía en la noche que ya va cayendo.
Miro a lo lejos... el cielo se fusiona con la tierra. Celeste, amarillo, naranja, rojo; pinceladas en el firmamento. Las nubes dibujan figuras y vuela mi imaginación.
Y recortadas en el cuadro del cielo, la tierra y la línea del horizonte: sombras arbóreas, las vacas y alguna que otra luz. En las tranqueras al costado de la ruta inician largos y angostos caminos que se extienden lineales e interminables... allá a lo lejos se ve una casa.
Los bañados, espejos durante el día, ya no se ven en la noche. Al menos no esta noche, porque no brilla la luna.
La niebla es un blanco resplandor que avanza en la inmensidad. Si tan sólo pudiera detenerme a capturar semejante maravilla. Apreciar cada detalle desde la quietud del costado del camino. Percibir los sonidos, los aromas, sentir el aire frío...
La pampa me despierta un sentimiento bohemio, y pienso en todo y en nada a la vez. Imagino, las ideas vuelan, algunas se van y otras no se dejan comprender, y se pierden y se escapan. Y yo siento que allá afuera hay más de lo que puedo ver. ¿Quién dijo que no hay nada en la nada? Y que en la Pampa no hay nada.....

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