domingo, 5 de agosto de 2012

DOS NOCTÁMBULOS



La noche era simplemente perfecta. Sucedía a un día caluroso con viento norte.
A medida que el sol se ocultaba, la temperatura se iba poniendo más agradable. Hasta que llegó a ese punto en que el viento se calmó para transformarse en una suave brisa. Y ya no hacía calor ni tampoco frío. Era un fresco de esos para andar con remera manga corta y abrazar a alguien en lugar de usar campera.
La luna creciente se destacaba en el cielo limpio. No estaba demasiado oscuro, y en el horizonte se dibujaba una línea azul, como si fuera de día.
Era una noche simplemente perfecta. El pueblo entero dormía. Y ellos, sólo ellos dos, se paseaban por las calles de tierra recién regada. Hablaban de la vida, de lo banal y lo profundo. Por minutos se miraban, por minutos miraban a su alrededor,  al cielo, al suelo. 
Cuando llegaron a cierto punto del paseo, se detuvieron. Estaban en el límite en el que el pueblo se acababa y comenzaba el campo. En un terreno baldío futuro a convertirse en plaza. Se sentaron sobre el pasto para admirar la inmensidad que los rodeaba.
-¡Que hermosa noche!- Dijo él. Y se acostó en el pasto. La mirada apuntando hacia las estrellas, sonriendo como si fuera la primera vez que veía semejante espectáculo.
-¡Sí. La noche es hermosa!- Dijo ella. Y se tendió junto a él, mirando también el cielo.
-En esta parte el cielo es más grande. No hay techos ni árboles altos. Ni tantas farolas…- mientras hablaba, ella trataba de encontrar la estrella más hermosa, y recordar dónde estaba, para poder buscarla cada vez que quisiera recordar esa sensación de bienestar que tenía en ese lugar y en ese momento.
-Sí – le contestó él. Y soltó un largo suspiro.  – En el patio de mi casa las noches no son tan lidas…
-En la mía tampoco – dijo ella.
Después hubo sólo silencio. Cada cual buscaba en el firmamento una respuesta.
-Dime luna ¿por qué siento que el corazón me estalla?
¿Será acaso esta sensación, producto de alguna energía cósmica de estas estrellas que brillan más de lo que jamás he visto?
-¿Es el frío que está haciendo, lo que me eriza la piel?
¿En qué estará pensando ella?
- ¿En qué estará pensando él?
Sin notarlo ninguno de los dos; se buscaron uno al otro y se encontraron tendidos en la hierba tomados de las manos, contemplando el infinito. El infinito firmamento y el infinito acertijo de sus corazones. ..
Ella miró hacia la derecha. Él miró hacia la izquierda. Ella vio en sus ojos una luz más brillante que el mismísimo lucero. El vio en sus ojos una galaxia de sueños.
Entre el aroma de gramínea y trébol, los grillos interpretaban un canon de verano en junio. La ultima farola, perdida en la calle oscura, se apagó. Sus manos se aferraron con más fuerza. Y el primer beso les inundó el pecho de pequeños entes revoloteando.
Ella se corrió unos centímetros más cerca. Y abrazados, para engañar al frío. Comenzaron a contar estrellas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

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