lunes, 31 de enero de 2022

Se ha casado Gustavo...

 

Mi amigo, el Tavo... el de pocas palabras, pero que dice siempre lo justo.

El del hablar pausado y suave, como casi contando un secreto.

El de la sonrisa sincera y la mirada profunda. El que siempre me contagió su alegría, el hermano que elegí hace veinte años...

 

Acá está mi amigo el Tavo con su traje y moñito, saliendo de la iglesia con su compañera, sus niños y mil emociones juntas en la cara.

Mientras tanto pienso: que loco estar acá… y así de mucho lo quiero que hasta me hizo pisar una iglesia, con lo poco que me gusta andar por esos lugares.

Este es mi amigo, el que se detuvo un momento entre foto y foto a contarme por qué se casaba este día y no otro. Y me hizo notar que cinco años son un parpadeo; y que ya habían pasado cinco años de haber emprendido el camino de vivir con Meli.  La de la sonrisa amplia y de ojos brillantes; a quien le he conocido pocas palabras (por falta de oportunidad), pero suficientes para saber que mi amigo es feliz con ella.

 

Miro las pocas fotos de anoche mientras recuerdo las pequeñas cosas que me asombraron:

...Que Tavo pasó toda la noche con su traje puesto, impecable y arregladito; que no terminó todo despiltrajado como siempre se ve a los novios deshechos en la joda.

...Que admiro el aguante de Meli danzando y dando trompos con un niño en brazos, mientras pensaba: qué energía que tiene después de planear y organizar esta fiesta; y yo acá sentada porque me agité y tengo sueño.

...Que cuando llegó la banda se las arreglaron para adueñarse de un par de micrófonos y cantarse juntos una cumbia romántica, pese a que el líder de la banda se esforzaba por ignorarlos.

...Que a pesar de que Tavo me dijo “la torta de novios es pura alharaca, lo mejor está allá” señalando la mesa dulce; la torta de novios fue mi favorita, y hubiese querido tener espacio para otra porción.

Mi amigo sabe que no soy el alma de la fiesta, pero que ahí estoy al pie para compartir su alegría; con la voz rota pero la sonrisa presta, un poco adormilada pero acompañando el sentimiento de algarabía.

 En la urna de los regalos les dejé una nota torpe pero sincera. Y después me di cuenta que hubiese querido regalarles palabras más lindas, más dignas de ese momento significante. Pero que fueran palabras reales, y no cosas de esas que dice todo el mundo por decir.

Esos que están ahí son el Tavo y la Meli… con el rostro iluminado, satisfechos, felices de apostarle a un futuro compartido. Han hecho un mojón en el camino, ese que sabemos que inicia pero no cuándo termina, ni hasta dónde lleva exactamente.

Y me han hecho partícipe de una de sus historias, de las tantas que seguro dejarán escritas al andar. Me invitaron a compartir  su alegría y festejo. Salud por los dos.

 

 

30 de enero de 2022.

 


No hay comentarios.: