Mi amigo, el Tavo... el de pocas palabras, pero
que dice siempre lo justo.
El del hablar pausado y suave, como casi
contando un secreto.
El de la sonrisa sincera y la mirada profunda.
El que siempre me contagió su alegría, el hermano que elegí hace veinte años...
Acá está mi amigo el Tavo con su traje y
moñito, saliendo de la iglesia con su compañera, sus niños y mil emociones
juntas en la cara.
Mientras tanto pienso: que loco estar acá… y
así de mucho lo quiero que hasta me hizo pisar una iglesia, con lo poco que me
gusta andar por esos lugares.
Este es mi amigo, el que se detuvo un momento
entre foto y foto a contarme por qué se casaba este día y no otro. Y me hizo
notar que cinco años son un parpadeo; y que ya habían pasado cinco años de haber
emprendido el camino de vivir con Meli.
La de la sonrisa amplia y de ojos brillantes; a quien le he conocido
pocas palabras (por falta de oportunidad), pero suficientes para saber que mi
amigo es feliz con ella.
Miro las pocas fotos de anoche mientras
recuerdo las pequeñas cosas que me asombraron:
...Que Tavo pasó toda la noche con su traje puesto,
impecable y arregladito; que no terminó todo despiltrajado como siempre se ve a
los novios deshechos en la joda.
...Que admiro el aguante de Meli danzando y dando
trompos con un niño en brazos, mientras pensaba: qué energía que tiene después
de planear y organizar esta fiesta; y yo acá sentada porque me agité y tengo sueño.
...Que cuando llegó la banda se las arreglaron
para adueñarse de un par de micrófonos y cantarse juntos una cumbia romántica,
pese a que el líder de la banda se esforzaba por ignorarlos.
...Que a pesar de que Tavo me dijo “la torta de
novios es pura alharaca, lo mejor está allá” señalando la mesa dulce; la torta
de novios fue mi favorita, y hubiese querido tener espacio para otra porción.
Mi amigo sabe que no soy el alma de la fiesta,
pero que ahí estoy al pie para compartir su alegría; con la voz rota pero la
sonrisa presta, un poco adormilada pero acompañando el sentimiento de
algarabía.
Esos que están ahí son el Tavo y la Meli… con el rostro iluminado, satisfechos, felices de apostarle a un futuro compartido. Han hecho un mojón en el camino, ese que sabemos que inicia pero no cuándo termina, ni hasta dónde lleva exactamente.
Y me han hecho partícipe de una de sus
historias, de las tantas que seguro dejarán escritas al andar. Me invitaron a
compartir su alegría y festejo. Salud
por los dos.
30 de enero de 2022.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario