viernes, 15 de agosto de 2008

Un cuentito sobre los momentos en que uno contempla la infancia



Ángulo de visión

En un patiecito rodeado por cuatro paredes que le dan la forma de un cubo, sin techo y sin cielo, porque la ciudad no permite avistarlo; hay un cantero.
En el cantero, franja de tierra cercada por una pila de ladrillos llenos de musgos, se aloja un mundo. Un mundo húmedo de arena, tierra y organismos diminutos; de malezas de la humedad, de olor a las cosas que no reciben la luz del sol. De olor a mojado, a roca mojada a tierra mojada, olor de arena mojada. Y en esa selva del trébol y el musgo y la oreja de gato, vive un bicho bolita. No puede ver hacia arriba, así que no se pregunta qué misterios se esconderán más allá del cantero. Le es indiferente a lo que hay más allá del cantero, no sabe si existe algo que trascienda al cantero...
Junto al cantero hay un niño de dos años. El miserable retazo de firmamento que le permita avistar el patio no es muy interesante. El niño quisiera saber que hay más allá de las paredes, de los edificios y de ese pedazo de nube que se cuela en su porción visible de cielo... pero no puede, todavía no es hora. Así que mira hacia abajo, tal vez más cerca del suelo pueda haber algo interesante, ¿será que lo hay? Mira hacia el cantero, y se encuentra con el bicho bolita.

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